Entre
los beneficios de la meditación uno de los más mencionados es probablemente el
impacto positivo que tiene sobre el estrés. El problema es que tanto la noción
de meditación como, en menor medida, el concepto de estrés, pueden ser
interpretados de diversas formas.
Una
de las circunstancias que han contribuido a la visibilidad y a la relevancia de
esta conexión entre meditación y estrés es el hecho de que uno de los factores
más significativos en la popularización actual de la meditación ha sido el
desarrollo y la expansión del programa MBSR (“Mindfulness Based Stress
Reduction”. En su versión en castellano, REBAP: reducción del estrés basada en
la atención plena), iniciado por Jon Kabat-Zinn en 1979 cuando creó la Clínica
de Reducción del Estrés en la Universidad de Massachusetts. Tal y como indican
tanto el nombre del programa como el nombre de la clínica, esta intervención
puso el foco, al menos nominalmente, en la relación entre mindfulness y estrés.
Desde
entonces han sido numerosos los estudios empíricos que han tratado de comprobar
el efecto de la atención plena o mindfulness
sobre el estrés, y puede afirmarse que, desde aquel momento, el crecimiento de
la investigación científica acerca del mindfulness
en general ha seguido un proceso exponencial. Esto no quiere decir que no
hubiera precedentes, como el trabajo pionero de Daniel Goleman y G. E. Schwartz “Meditation as an intervention in
stress reactivity” publicado en 1976,
si bien aquella temprana aproximación adolecía de importantes limitaciones como
el propio Goleman (junto a Richard Davidson) ha reconocido (Goleman y Davidson,
2017, pp. 60-64).
Hablar,
sin más, del efecto de la meditación sobre el estrés es impreciso y puede dar
lugar a confusiones, ya que el término “meditación” puede ser muy amplio, y
distintos tipos de meditación pueden dar lugar a distintos efectos. Si
concretamos más y nos limitamos a las prácticas conocidas como mindfulness, también enfrentamos algunos
problemas ya que, por ejemplo, el programa MBSR implica distintos elementos
(algunos tomados de la psicología occidental, otros de distintas tradiciones
budistas, más un componente de yoga o de movimiento consciente). La relación
entre la noción de meditación y el concepto de mindfulness es compleja. Aunque el propio concepto de mindfulness sigue siendo objeto de
debate (v., por ejemplo, Gethin, 2011), se suele asumir que el mindfulness es una forma de meditación
(con demasiada frecuencia se comete el error de identificar, sin mayor
clarificación, mindfulness y
meditación). En un sentido relativamente estrecho la meditación mindfulness vendría a coincidir con lo
que Kabat-Zinn llama meditación formal, cuya esencia es la “meditación sedente”,
inspirada o basada (este sería otro debate) en las prácticas meditativas
budistas de shamatha y vipassana (v., Kabat-Zinn, 2016, pp.
104-115. Cf. Harvey, 2013, pp. 318-328 y 332-344). Sin embargo, su definición
de mindfulness va más allá de la
meditación formal: “mi definición operacional de mindfulness es la conciencia que surge al prestar una atención
deliberada, en el momento presente y sin juzgar” (Kabat-Zinn, 2016, p. 23). La
meditación formal contribuye de una manera crucial al surgimiento y a la formación
de esta conciencia, es decir, al mindfulness,
pero la noción de mindfulness es
mucho más amplia (si bien, en el vocabulario del autor, los términos
“meditación” y “mindfulness” a veces
son intercambiables). En consonancia con esta concepción, cuando este autor
considera los efectos del mindfulness
sobre el estrés suele subrayar un fenómeno más amplio que la meditación formal:
es lo que denomina “respuesta al estrés mediada por mindfulness” (Kabat-Zinn, 2016, p. 359). El factor específico que
el mindfulness aporta a esta
respuesta es la conciencia, una forma particular de conciencia: “La conciencia
[…] es el elemento crítico que nos ayuda a liberarnos de nuestras reacciones
automáticas al estrés en aquellos momentos en que nos sentimos amenazados y
nuestro primer impulso es el de huir o adoptar otro tipo de respuesta evasiva,
como paralizarnos, escapar o agredir” (op., cit., p. 346). Fundamentalmente, se
trata de una nueva forma de relacionarnos con los estresores basada en la
conciencia. La idea clave de la propuesta de Kabat-Zinn se resume en el paso de
la mera “reacción” a la “respuesta” consciente o, en otros
términos, del automatismo a la conciencia. De manera que “El simple cambio que
conduce de la reacción inconsciente al reconocimiento atento de lo que ocurre
interna y externamente reduce el poder de la reacción al estrés y el efecto que
tiene sobre nosotros” (p. 361).
Un
ejemplo de la amplitud que el concepto de meditación puede llegar a tener lo
encontramos en una publicación de la prestigiosa institución médica
estadounidense “Clínica Mayo” con el título: “Meditación: Una manera simple y
rápida de reducir el estrés”. Sin hacer una clara
distinción entre meditación y relajación, bajo el epígrafe “Tipos de
Meditación” incluyen, entre otras prácticas, las visualizaciones, la meditación
con mantras, el yoga y el TaiChi. En cuanto a las “Maneras Diarias de Practicar
la Meditación”, además de, por ejemplo, respirar profundamente y repetir un
mantra, incluyen también rezar y leer reflexionando sobre lo leído.
Sin
llegar a los extremos de la Clínica Mayo es posible constatar que el término
“meditación” se ha aplicado a distintos tipos de prácticas o de técnicas. ¿Pero,
más allá de lo obvio, sabemos qué implican esas diferencias o hasta qué punto
son relevantes?
Entre
los autores que han subrayado la importancia de estas diferencias se encuentran
los ya mencionados Goleman y Davidson, incidiendo en que el esclarecimiento
conceptual y terminológico no es solo significativo en términos teóricos o
filosóficos, sino que también es necesario con respecto a la investigación
científica. Determinar con la mayor precisión posible qué tipo de práctica
meditativa o qué componente o mecanismo de la misma se está estudiando redunda
directamente en la calidad de la investigación.
Por
ejemplo, Goleman y Davidson (2007) mencionan un estudio realizado en el
Instituto Max Planck de Alemania en 2015 en el que se examinaron tres tipos
diferentes de meditación: concentración en la respiración, bondad amorosa, y
monitorización de pensamientos (sin dejarse llevar por ellos). Los
investigadores encontraron que el primer tipo producía calma, lo que
confirmaría la popular idea de que la meditación sirve para relajarse. Sin
embargo, los otros dos tipos de meditación parecían contradecir esta creencia
ya que no producían relajación, posiblemente debido al esfuerzo mental que
requerían (op., cit, p. 68).
Goleman
y Davidson (2007) señalan la importancia de distinguir, tanto para los
investigadores como para los practicantes, entre los diferentes tipos y métodos
de meditación (con sus correspondientes resultados), concluyendo que: “In sum,
“meditation” is not a single activity but a wide range of practices, all acting
in their own particular ways in the mind and brain (p.69) [“En suma, la
'meditación' no es una sola actividad sino una amplia gama de prácticas, todas
actuando en sus propias formas particulares en la mente y el cerebro”].
REFERENCIAS
Goleman,
D., y Davidson R. (2007). Altered Traits. Science Reveals How Meditation Changes Your Mind, Brain, and Body. Avery, New York.
Gethin, R. (2011). “On Some
Definitions of Mindfulness”. Contemporary
Buddhism, 12, nº 1, 263-279.
Harvey, P. (2013). An Introduction to Buddhism. Cambridge
University Press, Cambridge.
Kabat-Zinn,
J. (2016). Vivir con Plenitud las Crisis.
Kairós, Barcelona.
WEB: Clínica Mayo: https://www.mayoclinic.org/es-es/tests-procedures/meditation/in-depth/meditation/art-20045858